El Gran Comentario de Cornelius à Lapide
Juan 6:55
El que viene &c. Come, es decir , dice Ruperti, dignamente, con la debida preparación y purificación, con previo acto de contrición y confesión sacramental, si alguno tiene algún pecado mortal sobre su conciencia. Porque si, después del examen, un hombre no es consciente de ningún pecado mortal, aunque realmente esté en algún pecado mortal desconocido para él, la comunión de la Eucaristía borrará ese pecado y restaurará al comulgante a la gracia y al amor. de Dios.
Esta es la enseñanza de Suárez, y de los Teólogos, passim. Además, el sexto Concilio General ( Hechos 8 ) entiende este versículo de la Eucaristía, y afirma que en él la Carne de Cristo se llama vivificante , porque es la Carne propia del Verbo, y unida hipostáticamente al Verbo.
Tiene vida eterna : porque por la Eucaristía recibe la gracia para conservarlo y llevarlo a la vida eterna. Como dice Dion Carthusianus, "Él tiene la vida eterna, porque me tiene a Mí: y tiene la vida de la gracia que es continuada por este Sacramento, hasta que llegue a la vida de la gloria eterna". S. Cirilo da la razón “Porque la Carne de Cristo es la Carne de Dios, que está unida al Verbo de Dios, que es, por su naturaleza, Vida, y así se hace vivificante.
La Eucaristía, pues, vivifica el alma, porque conserva, alimenta, aumenta la gracia. También borra los pecados veniales, y aun los pecados mortales, si el hombre los ha olvidado. Y resucitará el cuerpo de la muerte. Por lo cual sigue, Y yo lo resucitaré. Además, S. Bernardo explica así tropológicamente estas palabras de Cristo ( Tract. de Diligend Deo ) . El que come , etc., "Es decir, el que recuerda Mi muerte, y después de Mi ejemplo mortifica sus miembros que están sobre la tierra, tiene vida eterna".
Y lo resucitaré en el último día , en el cual la pasión de Cristo y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, obtendrán su último y perfecto fruto y recompensa en los santos. Yo, que estoy realmente contenido y comido en la Eucaristía, resucitaré al que me come, para que así como doy su propia gloria al alma, así pueda dar al cuerpo su gloria. Porque el alma glorificada necesita un cuerpo glorioso para que el hombre entero sea beatificado.
Escuchen a S. Cirilo, “., Él dijo, es decir, Mi Cuerpo que será comido, lo resucitará. Porque Cristo no es otro que Su Carne. No lo digo porque no es diferente por naturaleza, pero porque desde la Encarnación de ningún modo puede dividirse en dos Hijos. Por eso dice que Yo, que me he hecho hombre, resucitaré en el último día a los que me coman por medio de mi Carne. Ciertamente es del todo imposible que la muerte y la destrucción no deben ser vencidas por Aquel que por naturaleza es Vida".
Me levantaré , a la gloria inmortal. "Para que no supusieran", dice S. Agustín, "que por aquella comida y bebida se prometía la vida eterna de tal manera, que los que la recibieran no morirían en el cuerpo, condescendió a hacer frente a tal pensamiento agregando inmediatamente y yo le resucitaré en el día postrero , para que mientras tanto viva según el espíritu, en el reposo del que gozan los espíritus de los santos; y en cuanto al cuerpo, ni aun su carne sea defraudada de la vida eterna, pero debe poseerlo en la resurrección de los muertos en el último día ".
Por eso el Concilio de Niza llama a la Eucaristía "símbolo de la resurrección". Y San Ignacio ( Epist. ad Ephes. ) la llama la "medicina de la inmortalidad". S. Cyril en este verso lo llama "alimento nutritivo para la inmortalidad y la vida eterna". Por eso San Crisóstomo ( lib. 6, de Sacerdot .) afirma que las almas de los que reciben este sacramento al final de la vida son, por haberlo recibido, llevadas directamente por los ángeles al cielo; y que sus cuerpos, los ángeles como sirvientes que los rodean, son guardados para vida eterna.
De hecho, Nyssen agrega ( Orat. Catechet. c. 37), "que nuestros cuerpos no pueden ganar la inmortalidad, a menos que hayan sido unidos a este Cuerpo inmortal de Cristo". S. Cipriano tiene una observación similar ( Serm. de Cæna Dom .), también Tertuliano ( de Resurrer. Carn. ) Sí, S. Ireneo ( lib. 4, c. 34), de la verdad que comunicamos de la Carne y La sangre de un Cristo inmortal prueba la resurrección, es decir, que resucitaremos a la vida inmortal.
Comprended todos estos dichos, no que por la Eucaristía se confina en el cuerpo alguna cualidad física, como causa de su resurrección, ni ningún don sobrenatural, que en modo de gracia y gloria no se debe al alma santa, sino porque la resurrección debida a la gracia se da también a los santos con otro título, que peculiar y especialmente pertenece a la Eucaristía, es decir, por aquella especial unión con el Cuerpo glorificado que se realiza en la Eucaristía por la institución y promesa de Cristo.
Así Suárez. Permítanme añadir que la Eucaristía conserva, nutre y aumenta la gracia, que es semilla de gloria. La Eucaristía es, pues, la causa instrumental de la resurrección (causa moral, es decir, no física), por la cual Cristo nos hará resucitar. Por eso no dice: "La Eucaristía lo resucitará", sino: "Yo lo resucitaré".