Y como oyeron estas cosas. Cristo había hecho mención frecuente de su reino y lo había prometido a sus seguidores. Los Apóstoles esperaban, por lo tanto, que se llevaría a cabo ahora, cuando Él iba a Jerusalén, y que ellos, como Sus amigos, participarían de ello, y reinarían con Él entre los primeros. La fama y gloria de Cristo, que había resplandecido con tanto fulgor y resplandor por sus recientes milagros, y especialmente la estupenda conversión de Zaqueo, acrecentaba esta esperanza, de la cual, entrando Jesús poco después en Jerusalén, los Apóstoles partieron lo montó sobre un asno, y clamó a la misma multitud, como si fuera el Mesías y el Rey, a punto de ser inaugurado en Jerusalén: "Bendito el reino de nuestro padre David que viene" "Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor.

Ver. 38. Cristo, pues, para desengañarlos de esta opinión, les dijo la siguiente parábola, por la cual les dio a entender que primero debía ser muerto por los judíos, y gobernar por la fe en todo el mundo.

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Antiguo Testamento