Pero sin fe es imposible complacerlo - Sin "confianza" en Dios - en su fidelidad, su verdad, su sabiduría, sus promesas. Y esto es tan cierto en otras cosas como en la religión. Es imposible que un niño complazca a su padre a menos que tenga confianza en él. Es imposible para una esposa complacer a su esposo, o un esposo a una esposa, a menos que tengan confianza mutua. Si hay desconfianza y celos en cualquiera de las partes, hay discordia y miseria. No podemos estar satisfechos con un amigo profeso a menos que tenga tanta confianza en nosotros como para creer nuestras declaraciones y promesas. Lo mismo es verdad de Dios. No puede estar satisfecho con el hombre que no tiene confianza en él; quien duda de la verdad de sus declaraciones y promesas; quien no cree que sus caminos sean correctos o que esté calificado para el imperio universal. El requisito de fe o confianza en Dios no es arbitrario; es justo lo que exigimos de nuestros hijos, socios en la vida y amigos, como condición indispensable para que estemos satisfechos con ellos.

Porque el que viene a Dios - De cualquier manera - como un adorador. Esto es igualmente requerido en el culto público, en la familia y en la devoción secreta.

Debe creer que él es - Que Dios existe. Esto es lo primero que se requiere en la adoración. Evidentemente, no podemos acudir a él de manera aceptable si dudamos de su existencia. No lo vemos, pero debemos creer que él es; No podemos formar en nuestra mente una imagen correcta de Dios, pero esto no debe evitar la convicción de que existe tal Ser. Pero la declaración aquí implica más que eso debería haber una persuasión general de la verdad de que hay un Dios. Es necesario que creamos en el ejercicio animado en el acto de acercarnos a él, y que nos demos cuenta de que en realidad estamos en presencia de Jehová que todo lo ve.

Y que él es un recompensador de los que lo buscan diligentemente - Esto es igualmente necesario como la creencia de que existe. Si no pudiéramos creer que Dios escucharía y respondería nuestras oraciones, no habría ánimo para invocarlo. No se quiere decir aquí que el deseo de la recompensa sea ser el motivo para buscar a Dios, porque el apóstol no hace afirmaciones sobre ese punto; pero que es imposible hacer un acercamiento aceptable a él a menos que tengamos esta creencia.

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