Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, también llevaremos la imagen del celestial. [Aquí se contrastan las dos cabezas de la humanidad. Adán era un alma vivificadora, y Cristo un espíritu vivificante (comp. Génesis 2:7 ; y Juan 20:22 . Ver también 2 Corintios 3:17 ; Romanos 8:2 ; Romanos 8:11 ; Juan 7:38-39 ) .

Pero de estas dos cabezas la natural vino primero. Somos de Adán por generación y de Cristo por regeneración. El principio de vida de Adán es el alma, y ​​él fue formado de la tierra: el principio de vida de Cristo es espiritual. Estaba en el cielo ( Juan 1:1 ) y desde allí entró en el mundo y se hizo carne ( Juan 1:14 ; Juan 3:13 ; Juan 3:21 ; Filipenses 2:6-8 ; Juan 1:1-3 ; Lucas 1:35 ).

Ahora bien, como difieren las dos cabezas, así difieren las dos familias, y cada una se parece a su cabeza; la progenie terrenal de Adán que tiene naturalezas terrenales, y la progenie espiritual de Cristo que tiene naturalezas espirituales y celestiales. Pero en ambas familias la naturaleza terrenal viene primero, y los hijos espirituales esperan su manifestación, que es precisamente de lo que el apóstol ha estado hablando, porque viene cuando son resucitados de entre los muertos ( Romanos 8:29 ; 1 Juan 3:2 ; Romanos 8:22-23 ; 2 Corintios 5:1-10 ).

La vida no es retroceso, sino ascensión. Por tanto, les asegura que así como han llevado la imagen del Adán terrenal, así también han de llevar la imagen del Cristo celestial, teniendo ambos cuerpos de hombres, pero cuerpos que difieren enormemente en gloria, poder, etc., porque uno pertenece a la tierra, muere y regresa a ella, mientras que el otro pertenece al cielo inmortal y permanece allí para siempre.]

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