por el bien de su trabajo ; como predicadores del evangelio y promotores de vuestro bien espiritual. Los ministros que asumen la supervisión de las iglesias no deben ser estimados mera o principalmente por su oficio, sino que deben hacer obras que sean dignas de estima, o no dan evidencia de ser ministros de Cristo, y no tienen ningún derecho, como tal, al respeto y confianza de su pueblo.

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