ni usurpar la autoridad ; como lo haría si se comprometiera públicamente a enseñar. Es la voluntad revelada de Dios que los maestros religiosos públicos sean hombres, no mujeres. Les ha asignado diferentes esferas de acción, y la perfección de cada uno no consiste en aspirar o someterse a ocupar el lugar del otro, sino en cumplir los deberes que le son propios.

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Antiguo Testamento