La mano del Señor estaba con ellos ; acompañó su predicación con el poder divino. Cuando el Señor acompañe la predicación del evangelio con su poder divino, multitudes lo creerán y se volverán de sus pecados. Por lo tanto, su presencia y poder siempre deben ser buscados por los predicadores y todos los que desean el éxito del evangelio.

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Antiguo Testamento