Los que se oponen al evangelio ya sus fieles predicadores son propensos a presentar sus enseñanzas como dañinas para el estado, y así intentar poner a los políticos y hombres mundanos en hostilidad activa contra ellos. En esto tendrían más éxito si no fuera porque las verdades del evangelio, expuestas clara y amablemente, se recomiendan a sí mismas a la conciencia, y así por la gracia aseguran a la gente común en su favor.

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