Un principio divino y una aparente excepción

Por regla general, cuando Dios castiga una tierra por su iniquidad con juicios como el hambre, las fieras, la espada o la pestilencia, la presencia en ella de los hombres más eminentemente justos no salvará a los impíos, ni siquiera a los miembros de sus propias familias. Solo escaparán de sí mismos. Jerusalén será una aparente excepción a este principio, ya que un remanente de sus hijos e hijas malvados se salvará cuando la ciudad sea tomada y escapará al exilio. Pero esto es para que los primeros exiliados, viendo la conducta abandonada de los últimos, puedan darse cuenta de cuán completamente Jerusalén ha merecido su castigo y puedan dejar de lamentar su destino.

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