Ezequiel 34:1-31

1 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

2 “Oh hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel. Profetiza y di a los pastores que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben apacentar a las ovejas?

3 Pero ustedes se comen a las mejores de ellas y se visten con la lana. Degüellan a la oveja engordada y no apacientan al rebaño.

4 No fortalecen a las ovejas débiles ni curan a las enfermas. No han vendado a la perniquebrada ni han hecho volver a la descarriada ni han buscado a la perdida. Más bien, las han dominado con dureza y con violencia.

5 Ellas se han dispersado por falta de pastor, y están expuestas a ser devoradas por todas las fieras del campo. Han sido dispersadas;

6 mis ovejas han andado descarriadas en todos los montes y sobre toda colina alta. Mis ovejas han sido dispersadas por toda la faz de la tierra, y no ha habido quien se preocupe de ellas ni quien las busque’”.

7 Por eso, oh pastores, oigan la palabra del SEÑOR:

8 “¡Vivo yo!”, dice el SEÑOR Dios, “que por cuanto mis ovejas fueron expuestas a ser robadas o a ser devoradas por las fieras del campo, por no tener pastor, y mis pastores no se preocuparon por mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a mis ovejas;

9 por eso, oh pastores, oigan la palabra del SEÑOR”.

10 Así ha dicho el SEÑOR Dios: “¡He aquí yo estoy contra los pastores y demandaré mis ovejas de sus manos! Haré que dejen de apacentar a las ovejas, y ellos dejarán de apacentarse a sí mismos. Libraré a mis ovejas de sus bocas, y no les servirán más de comida”.

11 Ciertamente así ha dicho el SEÑOR Dios: “He aquí, yo mismo buscaré mis ovejas y cuidaré de ellas.

12 Como el pastor cuida de su rebaño cuando está entre las ovejas dispersas, así cuidaré de mis ovejas y las libraré en todos los lugares a donde han sido dispersadas en el día del nublado y de la oscuridad.

13 Las sacaré de los pueblos, las reuniré de los países y las traeré a su propia tierra. Las apacentaré en los montes de Israel, en las quebradas y en todos los lugares habitados del país.

14 En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel tendrán su pastizal. Se recostarán en el buen pastizal, y se apacentarán con pastos abundantes sobre los montes de Israel.

15 Yo apacentaré mis ovejas y las haré recostar, dice el SEÑOR Dios.

16 Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada. A la perniquebrada vendaré y fortaleceré a la enferma. Y a la engordada y a la fuerte guardaré. Las apacentaré con justicia.

17 “Pero en cuanto a ustedes, oh rebaño mío, así ha dicho el SEÑOR Dios, he aquí que yo juzgo entre cordero y cordero, entre los carneros y los machos cabríos.

18 ¿Les parece poco que se apacientan del buen pastizal, para que tengan que pisotear con sus pies lo que queda de sus pastos, y que después de haber bebido las aguas tranquilas tengan que enlodar el resto de ellas con sus pies?

19 ¿Mis ovejas han de comer lo que sus pies han pisoteado y han de beber lo que han enlodado sus pies?”.

20 Por tanto, así les ha dicho el SEÑOR Dios: “He aquí, yo mismo juzgaré entre el cordero engordado y el cordero flaco.

21 Por cuanto empujaron con el costado y con el hombro, y cornearon con sus cuernos a todas las ovejas débiles hasta dispersarlas lejos,

22 yo libraré a mis ovejas y nunca más quedarán expuestas al pillaje. ¡Yo juzgaré entre cordero y cordero!

23 “Yo levantaré sobre ellas un solo pastor, mi siervo David; y él las apacentará. Él las apacentará y así será su pastor.

24 Yo, el SEÑOR, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo el SEÑOR, he hablado.

25 “Estableceré con ellos un pacto de paz y haré que desaparezcan de la tierra las fieras dañinas, de modo que habiten seguros en el desierto y duerman en los bosques.

26 A ellos y a los alrededores de mi colina daré bendición. Haré descender la lluvia a su tiempo; serán lluvias de bendición.

27 Los árboles del campo darán su fruto y la tierra entregará sus productos. Estarán seguros en su propio suelo, y sabrán que soy el SEÑOR cuando yo rompa las coyundas de su yugo y los libre de mano de los que se sirven de ellos.

28 Ya no serán más una presa para las naciones ni los devorarán las fieras de la tierra. Habitarán seguros y no habrá quien los espante.

29 Levantaré para ellos un vergel de paz, y nunca más serán consumidos de hambre en la tierra ni cargarán más con la afrenta de las naciones.

30 Sabrán que yo, su Dios el SEÑOR, estoy con ellos; y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, dice el SEÑOR Dios.

31 Ustedes, ovejas mías, ovejas de mi prado, hombres son, y yo soy su Dios”, dice el SEÑOR Dios.

El nuevo Israel (Ezequiel 33-48)

Mientras el reino judío permaneció en existencia, las profecías de Ezequiel (las de Ezequiel 1-24) trataban casi exclusivamente del pecado de la nación y de la certeza de su derrocamiento. Pero cuando estas profecías se cumplieron con la caída de Jerusalén, su mensaje asumió un carácter nuevo y esperanzador. El castigo de Dios por el pecado de Israel no fue el final de su trato con su pueblo. La destrucción del antiguo Israel pecador sería seguida por el establecimiento de un reino perfecto de Dios. La humillación de las naciones extranjeras (descrita en Ezequiel 25-32) prepararía el camino para esto, y sería sucedida por la restauración de los exiliados. El nuevo reino se establecería bajo nuevas condiciones de adoración y comunión con Dios. Esta parte final del libro se divide en dos secciones,

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