El nuevo Israel (Ezequiel 33-48)

Mientras el reino judío permaneció en existencia, las profecías de Ezequiel (las de Ezequiel 1-24) trataban casi exclusivamente del pecado de la nación y de la certeza de su derrocamiento. Pero cuando estas profecías se cumplieron con la caída de Jerusalén, su mensaje asumió un carácter nuevo y esperanzador. El castigo de Dios por el pecado de Israel no fue el final de su trato con su pueblo. La destrucción del antiguo Israel pecador sería seguida por el establecimiento de un reino perfecto de Dios. La humillación de las naciones extranjeras (descrita en Ezequiel 25-32) prepararía el camino para esto, y sería sucedida por la restauración de los exiliados. El nuevo reino se establecería bajo nuevas condiciones de adoración y comunión con Dios. Esta parte final del libro se divide en dos secciones,

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