Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías. Ella le avisa de antemano de sus designios; en parte por su espíritu alto y altivo, como desdeñando matarlo en secreto; en parte por impaciencia hasta que dio rienda suelta a su rabia; y en parte de la providencia misericordiosa y dominante de Dios, para que Elías pudiera tener la oportunidad de escapar. Esto muestra la gran locura de la ira indignante; que la transportó sin pensar, pero con eficacia, para contrarrestar y obstruir sus propios designios. Que los dioses me hagan, y más también, &C. Esta mujer imperiosa y altiva, al parecer, manejó al rey y al reino de acuerdo con su propia voluntad, e hizo lo que le plació; y tan lejos estaba ella de ser cambiada por el evidente milagro que se había realizado, que persiste en su idolatría anterior, y le agrega una confianza monstruosa, que a pesar de Dios destruiría a su profeta.

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