No desprecies las profecías , es decir, la predicación de la palabra de Dios; porque el apóstol no está hablando aquí de dones extraordinarios, sino de los que son ordinarios. Parece que se pone un medio de gracia para todos; y el que desprecia o se burla de cualquiera de ellos, mucho más que los juegos de ellos en la nada, como la expresión original, εξουθενειτε, significa propiamente, bajo cualquier pretexto, seguramente, aunque quizás gradual e insensiblemente, apagará el Espíritu. Algunos descuidan asistir al ministerio de la palabra de Dios, con el pretexto de que están tan bien instruidos que pueden recibir poco o ningún beneficio de ello. Pero consideren los tales que la vida espiritual se mantiene y aumenta en el alma, no tanto al recibir nuevos descubrimientos en el conocimiento divino, "sino al recordar asuntos antes conocidos y meditar seriamente sobre ellos". Persuadido, por tanto, de que una asistencia regular al ministerio de la palabra tenderá a apreciar en gran medida las influencias del Espíritu, y el descuido de las mismas las obstruirá proporcionalmente; Escuche con atención y reverencia a los ministros de Cristo, mientras ellos interpretan y aplican a los hombres '

Mientras tanto, pruebe todas las cosas que cualquier predicador enseña, ordena o recomienda; pruebe cada doctrina, precepto, consejo o exhortación con la piedra de toque de las Escrituras; y retengan lo bueno con celo, resolución y diligencia, practíquenlo a pesar de toda oposición. “¡Qué gloriosa libertad de pensamiento”, dice un eminente teólogo, “recomiendan los apóstoles! ¡Y cuán despreciable, según ellos, es una fe ciega e implícita! ¡Que todos los cristianos utilicen esta libertad de juzgar por sí mismos en materia de religión y se lo permitan unos a otros y a toda la humanidad! " Debe observarse, sin embargo, que aquellos que se amontonan maestros, con comezón en los oídos , con el pretexto de probarlo todo, no tengo semblante ni excusa de este texto. Y sea ​​igualmente celoso y cuidadoso de abstenerse de toda apariencia de maldad de toda disposición, palabra y acción que juzgue o sospeche que es pecaminosa; o que tenga motivos para temer que pueda resultarle una ocasión de pecado.

Es más, en algunos, sí, en muchos casos, abstente de aquellas cosas que a otros les parecen malas, o cuya legalidad cuestionan, aunque tú no lo hagas. Porque es mejor evitar tales cosas, que haciendo un uso poco caritativo de su libertad cristiana para hacer tropezar a su hermano débil, o para perjudicar a otros contra la verdad.

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