Luego volvió su rostro hacia la pared mientras yacía en su cama. No podía retirarse a su armario; pero se retiró lo mejor que pudo; se apartó de la empresa para conversar con Dios. Cuando no podemos ser tan privados como lo haríamos en nuestras devociones, ni realizarlas con las habituales expresiones externas de reverencia y solemnidad, no debemos, por tanto, omitirlas, sino componernos y dirigirnos a ellas lo mejor que podamos.

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