Cerrarás la puerta sobre ti y sobre tus hijos para que nadie pueda entrar a molestarla o interrumpirla en lo que estaba haciendo; para que ella y sus hijos no parecieran jactarse con orgullo de esta provisión milagrosa; y que tuvieran la oportunidad de orar y alabar en esta extraordinaria ocasión. Y derramarás De la olla de aceite que tenía. Apartarás lo que está lleno para lo cual uno de sus hijos estaba empleado para hacer, y el otro para traerle los vasos vacíos. Tráeme una vasija Sin duda, todos se sorprendieron al encontrar su vasija, como una fuente de agua viva, siempre fluyendo y, sin embargo, siempre llena. No vieron el manantial burbujeante que lo suministró, sino que creyeron que estaba en Él, en quien están todos nuestros manantiales.El aceite se quedó cuando no había vasija para recibirlo; para enseñarnos que no debemos desperdiciar ninguna de las buenas criaturas de Dios, y que Dios no obraría milagros innecesariamente. Este milagro tan notable es como el que Elías había realizado para la viuda de Sarepta. Cómo se efectuó es inútil investigar, ya que fue producto de un poder omnipotente, de cuya operación, en toda su extensión, no podemos tener ninguna concepción. Una lección importante que podemos aprender de ella; es decir, que nunca seamos estrechos en Dios, en su poder, ni en su bondad, ni en las riquezas de su gracia: toda nuestra estrechez está en nosotros mismos: es nuestra fe la que falla, no su promesa: él da más de lo que pedimos: si hubiera más vasijas, hay suficiente en Dios para llenarlas; suficiente para todos, suficiente para cada uno.

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