Y cuando bajaron a él O en la ciudad, a la que fácilmente pudieron ser admitidos, cuando declararon que el único fin de su llegada era tomar a Eliseo; o más bien, en el campo, fuera de la ciudad, adonde fue a recibirlos. Eliseo oró y dijo: Te ruego que golpees a este pueblo con ceguera, no de los ojos, o al menos no con ceguera total, porque en ese caso no habrían podido ver para seguirlo; sino más bien con la ceguera de la mente, o de la imaginación, que se volvió estúpida y confusa, o con esa oscuridad y confusión en su vista, que les impedía distinguir un objeto de otro; la ciudad de Dotán, por ejemplo, de la ciudad de Samaria. Tenemos un caso similar Génesis 19:11. Así les sucede a varios hombres en su licor, que aunque tienen los ojos abiertos y pueden percibir los diversos objetos que los rodean, no pueden discernir en qué se diferencian. Y si podemos suponer que el ejército sirio estaba bajo el mismo αορασια, como los griegos llaman felizmente tal grado de ceguera o falta de visión distinta, no debemos extrañarnos más de que aceptaran fácilmente a un guía que ofrecía su servicio, que un El borracho, después de haber perdido el rumbo y encontrarse desconcertado, debería estar agradecido a cualquier mano que se comprometiera a llevarlo a salvo a casa Houbigant y Dodd.

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