Y Abner envió mensajeros a David. Habiendo enfurecido así a su amo, consideró que no era seguro retrasar la ejecución de lo que había amenazado. Sin embargo, pensó que no era seguro ni prudente acudir él mismo a David hasta haber puesto a prueba sus inclinaciones por medio de mensajeros, a quienes envió en privado para tratar con él acerca de una reconciliación. ¡De esta manera Dios domina las pasiones de los hombres malvados, y vuelve y dirige sus maquinaciones y consejos, para lograr sus propios propósitos sabios y santos! ¿Y quién se atreve entonces a contender con ese Dios, que hace que hasta sus enemigos hagan su obra y se destruyan a sí mismos? Diciendo: ¿De quién es esta tierra?¿A quién pertenece sino a ti? ¿No es tuyo por derecho divino? Una pregunta que no requería respuesta. Pero Abner claramente quiso insinuar con ello que tenía poder para entregar la tierra de Israel a aquel de quién debía ponerse.

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