El apóstol procede ahora a hablar del deber de los maridos para con sus esposas, cuyo principal consiste en amarlas, sin lo cual abusarían de su poder para la tiranía y la opresión. Pero, ¿cómo van a amarlos? El apóstol dice, como Cristo amó a la iglesia , es decir, con un amor sincero, puro, ardiente, constante y perseverante, y sin perjuicio de las imperfecciones y fracasos que les imputan. ¡El verdadero modelo este de cariño conyugal! con este tipo de amor, con este gradode ella, y con este fin, los maridos deben amar a sus esposas. Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo en rescate por ella, cuando estaba en un estado de esclavitud y miseria; y los maridos, si Dios los llama, deben dar la vida por sus esposas. Observe, lector, como la sujeción de la iglesia a Cristo se propone como un ejemplo para las esposas, así el amor de Cristo a su iglesia se propone como un modelo para los esposos: y mientras tales ejemplos se ofrecen a la imitación de ambos, y tanto es requerido de cada uno de ellos, ninguno tiene razón para quejarse del mandato divino.

El amor que Dios requiere del esposo hacia su esposa, compensa la sujeción que él exige de ella a su esposo; y la sujeción prescrita de la esposa es una recompensa abundante por ese amor al esposo que Dios le ha hecho merecer. En lo que sigue se nos dice que el fin por el cual Cristo amó a la iglesia fue para santificarla y salvarla; por lo tanto, si los maridos han de amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia, deben esforzarse por promover su fe y piedad, deben esforzarse por hacerlas sabias y santas.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad