José tenía treinta años, de modo que su vida había sido una vida de humillación y sufrimiento durante unos trece años. Pero la temporada de especial y gran aflicción, en la que su fe y paciencia, y todas sus gracias, habían sido probadas al máximo, lo había preparado para su exaltación subsiguiente, que fue de mucho más duración, incluso por el espacio de ochenta años. Quizás también se pueda mencionar aquí su edad, para significar que su gran sabiduría, cuando estuvo ante el faraón, no fue el fruto de una larga y amplia experiencia, sino que fue el don singular de Dios.

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