Apartaos, salid de allí de Babilonia a vuestra propia tierra, para que allí pueda encontrarme con vosotros, bendeciros y hacer por vosotros las cosas mayores y mayores que he prometido hacer allí. Y esta invitación era más necesaria, porque Dios previó que un gran número de judíos, por consideraciones mundanas, continuarían en aquellos países extranjeros en los que estaban establecidos, y estarían muy atrasados ​​al regresar a Tierra Santa. No toques nada inmundo. No lleves contigo ninguna de sus supersticiones o idolatrías.

Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor. Y especialmente vosotros, sacerdotes y levitas, que ministráis en las cosas santas y lleváis los vasos sagrados del templo, guardaos de toda contaminación. No saldréis huyendo, sino seguros y triunfantes, dirigidos por vuestro gran capitán, el Señor de los ejércitos. El Dios de Israel será tu recompensa para que nadie pueda oponerse a ti en tu marcha ni caer sobre ti por la retaguardia.

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