Me vestí de justicia y me vistió. Como un vestido cubre todo el cuerpo y se usa continuamente durante todo el día, así fui constantemente justo en todo el curso de mis administraciones, públicas y privadas; y nunca me quito esta ropa, por parcialidad hacia mí mismo o por respeto a las personas de los demás, como es la costumbre de muchos jueces. Mi juicio fue como un manto y una diadema. Mis juicios, o decretos, eran tan iguales y justos, que nunca me trajeron vergüenza ni oprobio, sino más bien honor y reputación; y los vi como un adorno más grande que el manto de púrpura o la diadema.

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