Entonces respondió Elifaz el temanitaLos tres amigos de Job, razonando sobre los principios de una providencia igual, y suponiendo que la aflicción sólo podía ocurrir en forma de castigo, que necesariamente infiere culpa, y pensando que sus quejas excedían los límites de la decencia, se interpone aquí el mayor de ellos, Elifaz. Desea que Job se recoja, no para dejar paso a lamentos infructuosos, sino para poner en práctica las lecciones que a menudo recomendó a otros. Le recuerda esa, como pensaba, máxima infalible, de que los que cosecharon la miseria deben haber sembrado la iniquidad, máxima que él confirma por su propia experiencia particular, y que supone que fue aceptada por toda la humanidad. Y, en el despliegue de esta máxima, arroja muchas de las circunstancias particulares que acompañaron a la calamidad de Job, insinuando que debe haber sido un gran opresor, aunque secreto, y que, por tanto, el soplo de Dios lo había herido de inmediato. Confirma también la veracidad de este principio mediante una revelación que, dice, le fue hecha en una visión. Insiste además en que, suponiendo que él, Job, no hubiera sido culpable de ningún crimen atroz; sin embargo, las debilidades comunes de la naturaleza humana eran abundantemente suficientes para explicar cualquier aflicción que Dios debería infligir al hombre; pero se cuida, a medida que avanza (como se verá en el próximo capítulo) de hacerle saber que tenían una opinión mucho peor de él; representándolo como malvado y necio, y un objeto apropiado de la ira divina. sin embargo, las debilidades comunes de la naturaleza humana eran abundantemente suficientes para explicar cualquier aflicción que Dios debería infligir al hombre; pero se cuida, a medida que avanza (como se verá en el próximo capítulo) de hacerle saber que tenían una opinión mucho peor de él; representándolo como malvado y necio, y un objeto apropiado de la ira divina. sin embargo, las debilidades comunes de la naturaleza humana eran abundantemente suficientes para explicar cualquier aflicción que Dios debería infligir al hombre; pero se cuida, a medida que avanza (como se verá en el próximo capítulo) de hacerle saber que tenían una opinión mucho peor de él; representándolo como malvado y necio, y un objeto apropiado de la ira divina.

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