En ese día el Señor engrandeció a Josué tanto por la comunión que lo admitió consigo mismo, hablándole en todas las ocasiones y estando listo para ser consultado por él, y por el milagro que acababa de dar feliz éxito a la primera empresa de ese general, y que había adquirido para él la misma confianza y respeto de los israelitas que Moisés había adquirido antes del paso milagroso del mar Rojo: así el Señor, de una manera gloriosa, cumplió las promesas hechas a Josué en el capítulo anterior, Josué 4:7 .

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