Estas palabras las dijo Jesús en el tesoro que era una parte del patio de las mujeres, donde se colocaban los cofres para recibir las ofrendas de los que venían a adorar; y en consecuencia fue un lugar de gran concurrencia. Y nadie le impuso las manos. Aunque él insinuaba tan claramente que Dios era su Padre, y acusó a los judíos de ignorarlo, mientras ellos se jactaban de que él era su Dios en un sentido peculiar; sin embargo, sus espíritus se mantuvieron bajo una restricción tan poderosa, aunque secreta, que nadie lo apresó; lo que era más maravilloso, ya que era un lugar muy frecuentado por sus mayores enemigos, y del cual no le habría sido fácil escapar sin un milagro; porque aún no había llegado su horaEn el cual, por permiso divino, sería entregado en manos de estos malvados.

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