Cuando bajó del monte donde había pronunciado el divino discurso contenido en los capítulos precedentes; grandes multitudes lo siguieron hasta el pueblo hacia el cual se dirigía, deseosos, probablemente, de recibir más instrucciones de él, o de presenciar la realización de algunos de sus actos milagrosos. Y he aquí, vino un leproso. Las lepra , en esos países, rara vez se curaban por medios naturales, como tampoco las parálisis o la locura. Es probable, aunque este leproso no se mezcle con la gente: había escuchado a nuestro Señor a la distancia. Y adoró al Es decir, se arrodilló o se postró ante él; diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarmeSin duda, había visto o había sido informado de algunas de las curaciones milagrosas que Cristo había realizado. Jesús extendió la mano y lo tocó. Aunque la lepra era el más nauseabundo de todos los malestares del cuerpo humano, y el más contagioso, de tal manera que la mera vista de un leproso no podía dejar de despertar el odio en todos los que lo miraban. ; sin embargo, Jesús, con gran benignidad, se acercó y tocó a este hombre, y, en lugar de contaminarse por tocarlo, limpió al leproso con su toque, y lo despidió muy gozoso por su curación, lo que lo hizo agradable consigo y le dio acceso de nuevo a la sociedad de los hombres.

Inmediatamente su lepra fue limpiada. Inmediatamente cuando Cristo lo tocó y dijo: Quiero, serás limpio. ¡ Cuán maravilloso es el poder así desplegado! y cuán irresistible, uno supondría, debe ser la evidencia, que surge de tal hecho, de la misión y autoridad divinas de la persona que realizó tal curación; que restauró, en un momento, a la perfecta solidez, el cuerpo de un hombre cubierto por todas partes con la enfermedad más repugnante imaginable! Observa, lector, la instrucción que nos da este milagro. Nuestras almas están por naturaleza completamente cubiertas por la lepra del pecado, y ¿dónde podemos solicitar ayuda sino al poder sanador y la gracia recuperadora de este Divino Salvador? Y aunque la enfermedad sea tan profunda, extendida o empedernida, seguramente podemos adoptar las palabras de este leproso y decir:Señor, si quieres, puedes limpiarme. Y tenemos todos los motivos para esperar, si así lo aplicamos, que su compasión se mueva a nuestro favor y su poder se ejerza para nuestra curación.

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