El impío endurece su rostro. Continúa en sus malas prácticas con obstinación e insolencia, a pesar de todos los mandamientos de Dios o de los consejos de los hombres; pero el recto endereza su camino Ordena rectamente sus pasos; y si en algún momento se aparta del camino recto, no añade rebelión a su pecado, ni persiste en su error, sino que considera sus caminos y vuelve sus pies a los testimonios de Dios.

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