Oh Dios, los paganos han venido Como invasores y conquistadores; a tu heredad En Canaán y Judea, que tú escogiste para tu heredad. Tu santo templo han contaminado entrando en él, y tocando y llevándose sus santos vasos, y derramando sangre en él y quemándolo; han puesto a Jerusalén en montones, hecha de las ruinas de aquellas hermosas casas que han quemado y derribado. Por lo tanto, en este versículo, el salmista enumera tres calamidades deplorables que le sobrevinieron al pueblo de Dios: “la enajenación de la herencia de Dios, la profanación de su santuario y la desolación de la ciudad amada”.

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