LA PRIMERA EPÍSTOLA GENERAL DE PEDRO.
PREFACIO.
ESTA Carta apostólica está dirigida especialmente a los judíos que estaban dispersos por Asia Menor y habían abrazado el cristianismo, así como a los Prosélitos de la Puerta y otros gentiles de ese país, que se habían rendido a la fuerza de la verdad cristiana; elegidos, o declarados como tales, mediante la santificación del Espíritu. Toda la epístola abunda en garantías de que estos conversos fueron regenerados y se convirtieron en hijos de Dios. Fue escrito desde una ciudad, llamada por San Pedro, Babilonia:algunos piensan que es Babilonia en Asiria, que, aunque demolida, posiblemente tenga algunos cristianos en su vecindad. Sin embargo, la generalidad, tanto antigua como moderna, supone que ha sido un nombre figurativo para Roma: pero Michaelis encuentra, con algunos otros eruditos escritores, una gran razón para dudar de si San Pedro alguna vez estuvo en Roma, lo propone como una pregunta: si Jerusalén no sería ensombrecida bajo ese nombre. También piensa que la Epístola fue escrita ya en el año 49, poco después del gran concilio celebrado allí; pero la opinión más recibida es que se escribió mucho más tarde, ya sea en el año 63 o 64, o, a más tardar, en el 65.
El propósito principal de San Pedro es confirmar la doctrina de San Pablo, a la que los falsos maestros pretendían oponerse; y para asegurar a los convertidos que estaban en la verdadera gracia de Dios. Con este punto de vista los llama electos,y menciona que habían sido declarados como tales por la efusión del Espíritu Santo sobre ellos. Les asegura que fueron regenerados sin circuncisión, simplemente mediante el Evangelio y la resurrección de Cristo; y que sus sufrimientos no eran un argumento de que estuvieran bajo el desagrado de Dios, como imaginaban sus enemigos entre los judíos. Les recomienda que esperen la gracia hasta el fin, y testifica que no fueron redimidos por el cordero pascual, sino por Cristo, a quien Dios había preordenado para este propósito antes de la fundación del mundo. Es natural observar, desde una visión general de esta Epístola de San Pedro, que todos los principios de nuestra santa religión, tal como están representados en ella, son perfectamente consistentes con la analogía de la fe y con todo el tenor del Nuevo Testamento. ; que se dirigen directamente contra todo tipo de afectos corruptos y prácticas inmorales, así como se insta a la luz de los motivos a todas aquellas gracias y virtudes, en las que consiste nuestra conformidad con Dios y la verdadera gloria de nuestra naturaleza renovada; y cual( si fuera la única circunstancia que pudiera alegarse )exaltaría nuestra religión a una superioridad infinita por encima de las instituciones de los más renombrados filósofos y legisladores paganos y, en conexión con su asombroso progreso, es una demostración de su original divino. las armas sagradas de la paciencia, la mansedumbre y el amor; y para silenciar las cavilaciones y destruir las maquinaciones de sus propios y más acérrimos enemigos de su Maestro, con el brillo de una vida pura y santa, y el fervor de una benevolencia generosa e invencible. ¡Cuán amable, cuán elevada, cuán divina, cuán digna de toda aceptación es la religión de Jesús! en delineamiento de los cuales, San Pedro y San Pablo son perfectamente consistentes y armoniosos.