Y esto digo, es decir, "que todos los tesoros de la sabiduría están en Cristo, para que no se le impongan las argumentaciones plausibles de la filosofía humana". Ver Colosenses 2:8. San Pablo viene aquí directamente para tratar el asunto que principalmente diseñó al escribir esta epístola. Aunque estaba muy complacido con que los colosenses continuaran hasta ese momento tan firmes en la doctrina que él había enseñado, y en mantener la libertad que tenían por medio de Cristo, y por lo tanto les habían otorgado grandes elogios; sin embargo, temía que corrieran peligro debido a algunos de los conversos judíos y gentiles, que se esforzaban por seducirlos y corromperlos. Los puntos en los que los juzgó más propensos a ser engañados fueron la pretendida obligación de los gentiles de someterse a la ley mosaica y las tradiciones judías, y rendir culto a los ángeles;contra lo cual les advierte con mucha seriedad, mostrándoles que tenían en Cristo todo lo que podían pretender buscar en otra parte; y que al recurrir a la ley, abandonaron la sustancia y abrazaron sólo las sombras. Que Cristo había abolido la obligación de observar la ley; que estaban obligados por su bautismo a rechazar la sumisión que se les pedía; y que al presentar el respeto a los ángeles, que se les recomendó, en efecto renunciaron a Cristocomo su cabeza, de quien sólo deben depender sus esperanzas, ya que todas sus provisiones se derivan sólo de él. Su discurso, aunque breve, está admirablemente adaptado a su tema y expone, con mucha magnificencia, las gloriosas ventajas que tenían por Cristo, por encima de lo que podía esperarse de la ley o de las doctrinas de los filósofos.

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