De oro puro: la mesa de Dios y sus vasos eran de oro puro ; pero la provisión que se le otorgó fue mucho más preciosa. El oro podría pudrirse y su belleza quedar empañada; pero el alma que se alimenta de Cristo, el Pan Vivo que representan los panes allí colocados, sobrevivirá infinitamente a ese oro en duración, lo eclipsará en brillo y lo superará en excelencia.

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