¡Oh, espada del Señor! Con gran elegancia se atribuye la vida a las cosas inanimadas. Este diálogo entre la espada del Señor y el profeta es una prosopopeya muy audaz y al mismo tiempo muy sublime. Véase la 13ª Prelección del Obispo Lowth. Schultens lee la última cláusula, Retírate a tu vaina; huelga y quédate quieto.

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