Comentario de Coke sobre la Santa Biblia
Josué 21:41-42
Ver. 41, 42. Todas las ciudades de los levitas, eran cuarenta y ocho, con sus ejidos ,Aquí debemos observar, 1. Que Moisés nunca podría haber asignado a los levitas de antemano las cuarenta y ocho ciudades contenidas en el ascensor antes mencionado, sin perjudicar a las tribus, si no hubiera sido inspirado por Dios en la determinación de este número. Josué, Caleb y los demás israelitas que habían estado con ellos para descubrir el país, no podrían haber tomado las dimensiones del mismo, para poder juzgar de antemano si los levitas podían tener tantas ciudades como las que aquí se les dan. Por lo tanto, debemos reconocer una vez más que Moisés fue dirigido inmediatamente en todo este asunto por el espíritu del Señor. 2. No debe sorprendernos el gran número de ciudades asignadas a la tribu de Leví, que, aunque es la menos numerosa de todas, parece tener más ciudades que las demás.
Esto es solo así en apariencia; porque mientras que la numeración de las ciudades levíticas es precisa y exacta, la de las ciudades de las otras tribus no lo es; el historiador se contentó con nombrar los principales, como hemos señalado antes. Además, los levitas solo tenían sus ciudades, con un pequeño circuito de tierra a su alrededor, sin aldeas ni campos adyacentes; e incluso estas ciudades estaban pobladas por tantos laicos como pudieron establecerse allí, como se observó en el vers. 19. Su porción entonces no era en modo alguno excesiva; pero era digna de la generosidad de Dios, cuyos ministros tenían el honor de ser.
REFLEXIONES.— Los levitas se dispersaron para que todas las tribus pudieran compartir el beneficio de sus instrucciones y contemplar la ejemplaridad de su conducta. Estaban cerca en cada división, para que sus hermanos les mostraran bondad, como se ordena, Deuteronomio 12:19 y recibieran el consejo y la instrucción que, como cada día más versados en la ley de Dios, estaban capacitados para administrar.
Su porción de ciudades era grande, y estas también de las mejores; porque Dios quería que sus sirvientes peculiares se hospedaran y cuidaran de manera honorable y cómoda, para que pudieran esperar en Dios sin distracciones, y serían absolutamente inexcusables si descuidaran su ministerio, por el cual se les pagaba tan generosamente y al que estaban totalmente dedicados.