Y Finees, hijo de Eleazar, etc.— Este era ese Finees que había manifestado su celo por la gloria de Dios en una ocasión anterior. Ver Números 25. Si esta guerra hubiera sido posterior a la muerte de Sansón, Finees debe haber tenido más de trescientos años; pero, como hemos señalado antes, su época fue entre la muerte de Josué y el nombramiento del primer juez. La Crónica de Alejandría asigna solo veinticinco años al sacerdocio de Finees y menciona a otros tres sacerdotes entre él y Elí. Ver Selden de Success. en Pontif. lib. 1: gorra. 2. A muchos les ha parecido sorprendente que los israelitas hayan sido derrotados de esta manera por los benjamitas, cuando parece que no solo han tenido la justicia, sino la aprobación de Dios de su lado. Ahora, además de la respuesta general dada por los propósitos secretos y la sabiduría de Dios, quien podría tener la intención de humillarlos y mostrarles su absoluta dependencia de él, se ha observado que dieron este paso belicoso: no por su designación, sino enteramente por ellos mismos, sin consultar el oráculo divino; lo cual, como Dios era el rey de su nación, fue una especie de alta traición contra él: ni parece de ninguna manera, si fueron movidos por un celo por su gloria, o por resentimiento y prejuicio privado solamente; ya que el resto de su conducta no implica tal celo, como lo muestra el estado de cosas entre ellos, particularmente su tolerancia hacia Miqueas y sus ídolos.

En el versículo 18, es cierto, piden consejo a Dios; pero no si debían ir a la guerra con Benjamín o no; sólo preguntan quién de ellos subirá primero contra Benjamín; se da una respuesta adecuada a la pregunta, pero no se promete ningún éxito. Convencidos, sin duda, de la impropiedad de su conducta por su mal éxito, y habiéndose humillado debidamente ante el Señor, ahora, por Finees, aplicando correctamente, son respondidos y tienen éxito en consecuencia. Quienes verían este asunto más plenamente defendido. puede consultar a Leland en la Div. Auth. del Antiguo y Nuevo Testamento, vol. 1: gorra. 8 y cuarto ensayo de Psalmanazar.

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