Pero sus ciudadanos lo odiaban, sus súbditos naturales lo odiaban sin causa, como se desprende del mensaje o embajada que enviaron después de él al potentado, de quien buscaba, lo que en los últimos tiempos se ha llamado investidura. Porque, en ese mensaje, no alegaron ningún delito en su contra, sino que solo expresaron su mala voluntad hacia él, al declarar que no querían que él reinara sobre ellos. Ésta es una representación adecuada de la oposición sin causa que los grandes hombres judíos le hicieron a Jesús. Pero la embajada no tuvo ningún efecto; el príncipe recibió el reino y regresó con plena autoridad, que ejerció al pedir cuentas a sus siervos y al castigar a sus súbditos rebeldes.

De modo que la oposición que los judíos hicieron al reino espiritual de nuestro Señor resultó ineficaz: habiéndole dado todo el poder en el cielo y en la tierra después de su muerte, como mediador, volverá a contar con sus apóstoles, ministros y súbditos rebeldes; es más, ya ha regresado y ha castigado a los judíos con el más ejemplar castigo por resistirse a su gobierno. Ver ve

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