No os hagáis, pues, semejantes a ellos. Este argumento sería contundente contra toda oración en general, si la oración fuera considerada sólo como un medio de dar a conocer nuestras necesidades a Dios; mientras que no es más que un acto de obediencia a nuestro Padre celestial, quien nos ha mandado orarle, cap. Mateo 7:7y lo convirtió en una condición de sus favores; una expresión de nuestra confianza en él y dependencia de su bondad, por lo que reconocemos que todos los beneficios que recibimos provienen de él y que debemos recurrir a él para obtenerlos. "Estas palabras, dice el Dr. Heylin, son muy instructivas y pueden servir para darnos un conocimiento sólido y práctico de la verdadera naturaleza de la oración". El fin apropiado de la oración no es informar a Dios de nuestras necesidades; omnisciente como es, no puede ser informado: lo único que falta es una buena disposición de nuestra parte para recibir su gracia; y el oficio apropiado de la oración es, por el mérito de Cristo y la gracia de su Espíritu, producir en nosotros una disposición tal que nos convierta en sujetos apropiados para la obra de la gracia perdonadora y santificante; o, en otras palabras,

Ahora, los principales obstáculos son la mentalidad mundana y el amor propio; por lo cual nuestros deseos se adhieren a los bienes terrenales y corrompen intereses egoístas; pero en la oración suspendemos estos deseos, siendo nuestro corazón por gracia vuelto hacia Dios solamente; y por cualquier medio que alcancemos una postura mental tan santa, son los medios adecuados para la verdadera devoción. Mientras nuestras mentes estén atentas a Dios solamente, por cualquier sentimiento que se mantenga esa atención, oramos. Cuando tal atención decae, debemos renovarla pasando a alguna otra consideración adecuada para mantener nuestro corazón apegado a Dios por medio de Cristo, y abierto a recibir sus comunicaciones perdonadoras o santificadoras.

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