II.

Con la muerte de Saúl, David quedó ahora como el rey ungido de Israel. Este capítulo narra los primeros pasos que dio para asegurar el trono y la oposición que le hicieron los seguidores de la casa de Saúl. Al principio, podría parecer sorprendente que David no le hubiera invitado a ocupar el trono vacante de parte de sus compatriotas, por quienes anteriormente había sido tan amado y admirado; pero debe recordarse que durante varios años había estado apartado de su observación, viviendo entre sus enemigos hereditarios en términos amistosos, y que la última noticia de él probablemente fue su marcha con los filisteos a la desastrosa batalla de Gilboa. Hasta el momento no había tenido la oportunidad de poner estas cosas en su verdadera luz ante su pueblo.

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