Y había muchas luces en la cámara superior. - Aprendemos de Hechos 20:9 que estaba en el tercer piso de la casa. En las calles altas y estrechas de las ciudades orientales, el piso superior se elige a menudo con fines sociales o devocionales, en parte porque está más alejado del ruido de la calle, en parte como para dar acceso al techo de la casa.

Una habitación así en una casa de buen tamaño bien podría albergar a doscientas o trescientas personas. También es una inferencia justa que la viveza y la minuciosidad del relato indican que tenemos la narrativa de un testigo ocular. Las lámparas o antorchas (véanse Notas sobre Mateo 5:15 ; Mateo 25:3 ; Juan 5:35 ) probablemente se mencionan, en parte como explicando el sueño de Eutico por el calor y la cercanía de la habitación, en parte, quizás, como un respuesta indirecta a la calumnia afirmada en voz alta después (Tertull.

Apol. C. 8), y probablemente incluso entonces susurró, que en las reuniones de los cristianos se apagaban las lámparas y se dejaba libre margen para actos de desvergonzada licencia. No hay base para suponer que las lámparas en este período temprano tenían algún ritual distintivo o carácter simbólico, aunque sería una expresión natural de respeto que dos o más se coloquen frente al Apóstol, u otro anciano presidente, en tal una reunión, a cada lado del pan que se iba a partir y la copa que se iba a bendecir.

La posición del celebrante (para usar un término posterior, pero conveniente) puede haber sido, como en la institución original de la Cena, recostado en el triclinium o diván, que en ese momento era usado tanto por griegos como por romanos. Sin embargo, es obvio que esta sería una postura inconveniente para la distribución a una gran asamblea, y la mención especial de “la mesa del Señor” en 1 Corintios 10:21, lleva a la conclusión de que había una mesa alta separada (para tomar prestado el lenguaje familiar de un colegio o posada de la corte) en la que se sentaban el celebrante y otros ministros, de espaldas a la pared, de cara a la gente, y que desde en esa mesa distribuyeron el pan y el vino, ya sea llevándolos, o enviándolos por los diáconos u otros ministros, a los que estaban sentados en el cuerpo de la sala, o dándoselo a la congregación cuando subían a la mesa en destacamentos.

La práctica posterior de la Iglesia, y la ausencia de cualquier indicación en los escritos patrísticos de que hubo un cambio abrupto, hace que esta última sea la alternativa más probable. La mesa, así colocada, sirvió como escenario de transición entre el triclinio y el altar de la basílica posterior. Cabe señalar que la disposición primitiva en la que el sacerdote se enfrenta a la congregación y se coloca detrás del altar se mantuvo al principio en la mayoría de las basílicas, y sobrevive hasta el día de hoy en algunas de las iglesias de ese tipo en Roma, como, por ejemplo, en el de S.

Clemente. Esta, por tanto, y no cualquier posición hacia el este o hacia el sur, puede pretender ser, como bien se ha dicho, “a la vez el más primitivo, el más católico, el más protestante” de los usos eucarísticos.

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