Paul se paró en las escaleras.- La posición fue una que lo elevó por encima de la gente, y el gesto característico llamó la atención instantánea. Y habló, no como esperaban en el griego, que era de quien confraternizaba con los gentiles, sino en hebreo o arameo, que había estudiado a los pies de Gamaliel. Fue una escena extraña para esa fiesta de Pentecostés. El rostro y la forma del orador pueden haber sido vistos de vez en cuando por algunos durante sus visitas de paso a Jerusalén, pero debe haber habido muchos que no lo habían escuchado tomar parte en la acción pública desde el día en que, veinticinco años antes, había conservado las vestiduras de los que apedreaban a Esteban. Y ahora estaba allí, acusado de los mismos crímenes, defendiéndose ante una multitud tan salvaje y frenética como aquella de la que entonces había sido el líder.

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