Se llevó al niño pequeño y a su madre. - La forma adoptada aquí, como en el versículo anterior, es significativamente reverencial. En una narrativa de la vida común, la expresión natural habría sido "su esposa y el niño pequeño".

Y partió a Egipto. - La brevedad con la que se cuenta esto es, en cierta medida, un argumento a favor del carácter no mítico de la narrativa de la que forma parte. Las leyendas de los evangelios apócrifos, plasmadas en muchas formas de poesía y de arte, muestran con qué facilidad, en épocas posteriores, el elemento fabuloso cristalizó en torno al núcleo de hecho evangélico. Los ídolos de Egipto se postraron o postraron ante el niño divino; bajo la palmera brotaba un pozo que daba cobijo al viajero.

Fueron atacados por ladrones, y debieron su preservación a la piedad de Dismas, uno de la banda, que luego fue el ladrón penitente de la crucifixión. No sabemos cuánto se extendió el viaje. Hubiera sido suficiente que el objeto de José pasara por el llamado Río de Egipto, que separaba ese país de la región bajo la soberanía de Herodes.

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