Porque un obispo debe ser irreprensible. - No hay duda de que el “obispo” aquí debe identificarse con el presbítero de Tito 1:6 . En las epístolas pastorales escritas entre los años 63 y 67 d.C., estos términos se aplican claramente de manera indiferente a la misma persona. El título de presbítero se refiere a la gravedad y dignidad del cargo; el título de obispo sugiere más bien los deberes que pertenecen a un anciano de la iglesia.

Sobre la cuestión de los obispos, y su posición en la Iglesia primitiva, véase la Nota sobre 1 Timoteo 3:1 , donde los motivos para suponer que el orden episcopal se introdujo formalmente en el gobierno de la iglesia antes del fin de este siglo y durante la vida de San Juan, se discuten. El obispo cristiano, dentro de un cuarto de siglo después de la muerte de St.

Pablo, asumió muchas de las funciones y generalmente cumplió con los deberes de gobierno que ejercían los Apóstoles durante su vida. El presbítero - escribe luego San Pablo - al ser nombrado superintendente u obispo (el uso del último término obispo en el sentido eclesiástico es, sin embargo, prematuro), como mayordomo de Dios, como administrador responsable de la Casa, es decir. , de la Iglesia del Dios Viviente, debería ser irreprensible.

No voluntarioso. - No debería ser uno de esos hombres que se aman a sí mismos y que buscan gratificar sus propios fines personales en primer lugar y, en consecuencia, suelen ser indiferentes a los demás.

No pronto enojado. - No provocado pronto, o no irascible. No debe estar siempre listo con una palabra enojada y apresurada, recordando siempre a su Maestro, "quien cuando fue injuriado, no volvió a insultarlo".

No dado al vino. - Si bien el presbítero no debe ser elegido a causa de las severas austeridades o el rígido ascetismo que haya practicado, debe ser conocido como "templado", moderado, abnegado.

Sin delantero. - No es un luchador. Ningún hombre de Dios —sobre todas las cosas, nadie que tenga un cargo en la iglesia— debería jamás, ni siquiera bajo una dolorosa provocación, olvidarse de sí mismo hasta el punto de levantar la mano contra su prójimo.

No dado al lucro sucio. - El presbítero de la Casa de Dios debe estar sobre todo soñando con ganancias mezquinas y mezquinas. Quien ha de administrar la limosna consagrada a Dios, seguramente debe hacerlo con las manos limpias. También hay otro significado más profundo en las palabras. El presbítero cuya mente está dedicada a la acumulación de oro está demasiado preocupado para poder fijar sus pensamientos en esas cosas elevadas de Dios encomendadas a su cargo, entre las cuales uno de sus deberes más importantes es instruir al rebaño.

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