verso 2 Corintios 4:2 . Pero hemos renunciado...  απειπαμεθα. Hemos renunciado a las cosas ocultas de la deshonestidad; τα κρυπτα της αισχυνης, las cosas ocultas de la vergüenza; aquellas cosas que los hombres malvados hacen; y que se avergüenzan de haber conocido, y se avergüenzan de poseer. El Dr. Whitby piensa que el apóstol se refiere a las abominaciones carnales, de las que los judíos y sus rabinos eran notoriamente culpables. Y de la primera epístola se desprende que había personas en Corinto que enseñaban que la fornicación no era pecado; y parece también que varios habían tomado la parte del incestuoso.

No andar con astucia... πανουργια. Con sutileza y astucia, como hacían los falsos maestros, que eran tipos consumados y capaces de cualquier cosa. La palabra se compone de παν, todo, y εργον, obra. No usar las doctrinas del Evangelio para servir a cualquier propósito secular o carnal; no explicar su fuerza para paliar o excusar el pecado; no generalizar sus preceptos para excusar a muchos en circunstancias particulares de la obediencia, especialmente en lo que más cruzaba sus inclinaciones. Hubo manipuladores engañosos de este tipo en Corinto, y hay muchos de ellos todavía con el ropaje de ministros cristianos; personas que disfrazan la parte de su credo que, aunque creen que es de Dios, los haría impopulares, afectando la moderación para procurar una audiencia más grande y un apoyo más extenso; no atacando los vicios prevalentes y populares; llamando a la disipación de la mente, relajación; y a los placeres mundanos y carnales, diversiones inocentes, etc. En una palabra, girando con la marea, y cambiando con el viento de la opinión popular, el prejuicio, la moda, etc.

Sino por la manifestación de la verdad... Un reconocimiento abierto y explícito de lo que sabemos que es la verdad, lo que estamos seguros que es el Evangelio de Jesús, sin ocultar nada, sin desdibujar el filo de ninguna verdad; explicando las cosas espirituales, no con las palabras de la sabiduría de los hombres, sino con las enseñadas por el Espíritu de Dios.

Encomendándonos a la conciencia de todo hombre... Hablando de modo que la conciencia de todo hombre dé testimonio de que proclamamos la verdad de Dios. Esta es una característica de la verdad divina: incluso la conciencia de todo hombre la reconocerá, aunque hable decididamente en contra de sus propias prácticas.

A los ojos de Dios... Cuyo ojo está siempre en el corazón y la conciencia del hombre, y que siempre da testimonio de su propia palabra.

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