Verso 2 Pedro 3:18 . Pero creced en la gracia. Aumentad en la imagen y el favor de Dios; toda gracia e influencia divina que habéis recibido es una semilla, una semilla celestial, que, si se riega con el rocío del cielo desde arriba, aumentará y se multiplicará sin cesar. El que continúa creyendo, amando y obedeciendo, crecerá en gracia y aumentará continuamente en el conocimiento de Jesucristo, como su sacrificio, santificador, consejero, preservador y Salvador final. La vida del cristiano es un crecimiento; al principio nace de Dios, y es un niño pequeño; llega a ser un joven, y un padre en Cristo. Todo padre fue una vez un niño; y si no hubiera crecido, nunca habría sido un hombre. Aquellos que se contentan con la gracia que recibieron cuando se convirtieron a Dios, están, en el mejor de los casos, en un continuo estado de infancia; pero encontramos, en el orden de la naturaleza, que el infante que no crece, y crece diariamente, además, es enfermizo y pronto muere; así, en el orden de la gracia, aquellos que no crecen en Jesucristo son enfermizos, y pronto morirán, mueren para todo sentido e influencia de las cosas celestiales.

Hay muchos que se jactan de la gracia de su conversión; personas que nunca fueron más que niños, y que desde hace mucho tiempo han perdido incluso esa gracia, porque no crecieron en ella. El que lee, entienda.

A él. Al Señor Jesús, sea la gloria - todo el honor y la excelencia atribuidos, tanto ahora - en este estado presente, como para siempre, εις ημεραναιωνος, hasta el día de la eternidad - aquel en que la muerte, y la miseria, y la prueba, y las tinieblas, y el cambio, y el tiempo mismo, son para los justos para siempre al fin: es la eternidad; y esta eternidad es un DÍA inalterable, interminable, sin nubes, e inmutable.

Amén. Así sea, y así será. Aunque esta palabra falta en algunos manuscritos reputados, debería conservarse, ya que tiene aquí más autoridad de la habitual en su apoyo.

Suscripciones a esta epístola en las VERSIONES:

El final de la segunda epístola del apóstol Pedro. - SÍRICO.

Fin de la Segunda Epístola del apóstol Pedro. - SIRÍACO FILOXENO.

Nada en la Vulgata impresa.

Fin de las epístolas del bendito apóstol Pedro, roca de la fe. - ÁRABE.

La segunda epístola de Pedro ha terminado; ¡y la gloria sea para Dios por los siglos de los siglos! - AETHIOPICO.

Nada en la Cóptica.

Fin de la Segunda Epístola católica de San Pedro. - POLÍGLOTA COMPLUTENSE.

El final de la Segunda Epístola de San Pedro. - BIB. LAT., edit. antiq.

Suscripciones en los MANUSCRITOS;

De la segunda de Pedro. - CODEX ALEXANDRIUS, y CODEX VATICANUS.

De la epístola católica de Pedro. - CODEX EPHREM.

De la segunda epístola del santo apóstol Pedro. - Otros MSS.

Ya hemos revisado todos los escritos canónicos de Pedro que existen, y es digno de mención que, en ningún lugar de las dos epístolas ya examinadas, ni en ninguno de los dichos de este apóstol en otras partes de los escritos sagrados, encontramos ninguno de los principios peculiares de la Iglesia Romana: ni una palabra sobre su supremacía o la del Papa; ni una palabra sobre los que pretenden ser sus sucesores; nada sobre la infalibilidad que reclaman esos pretendidos sucesores; nada sobre el purgatorio, las penitencias, las peregrinaciones, la confesión auricular, el poder de las llaves, las indulgencias, la extremaunción, las misas y las oraciones por los muertos; y ni una palabra sobre la doctrina más esencial de la Iglesia romana, la transubstanciación. Ahora bien, como todas estas cosas han sido consideradas por sí mismas como las más esenciales para el ser de esa Iglesia; ¿no es extraño que él, de quien profesan derivar todo su poder, autoridad e influencia, en asuntos espirituales y seculares, no haya dicho nada de estas cosas más necesarias? ¿No es acaso una prueba de que todas ellas son falsas y falsificadas; que el santo apóstol no sabía nada de ellas; que no forman parte de la doctrina de Dios; y que, aunque distinguen a la Iglesia de Roma, no pertenecen a la Iglesia de Cristo? No es de extrañar que los gobernantes de esta Iglesia se empeñen en ocultar las Escrituras al pueblo, pues si se les permitiera consultarlas, la impostura sería detectada, y el solemne y destructivo engaño quedaría inmediatamente al descubierto.

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