Verso Filemón 1:8Por lo cual, aunque tengo mucha autoridad para mandarte lo que es debido... Sería mejor leer: Por lo tanto, aunque tengo mucha autoridad por medio de Cristo para ordenarte que hagas lo que es apropiado; sin embargo, debido a mi amor por ti, te lo ruego.

La ternura y la delicadeza de esta epístola, dice el Dr. Paley, han sido admiradas durante mucho tiempo: "Aunque podría ser muy audaz en Cristo para ordenarte lo que es conveniente; sin embargo, por amor, más bien te suplico, siendo uno como Pablo el anciano, y ahora también prisionero de Cristo Jesús, te suplico por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones".

Hay algo ciertamente muy conmovedor y persuasivo en esta y en todas las partes de la epístola. Sin embargo, en mi opinión, el carácter de San Pablo prevalece en toda ella. El cálido, afectuoso y autorizado maestro está intercediendo ante un amigo ausente por un amado converso. Exhorta a su demanda con una seriedad acorde, tal vez, no tanto con la ocasión como con el ardor y la sensibilidad de su propia mente. También aquí, como en todas partes, se muestra consciente del peso y la dignidad de su misión; y no permite que Filemón la olvide ni por un momento: "Podría ser muy audaz en Cristo, para ordenarte lo que es conveniente". También tiene cuidado de recordar, aunque de forma oblicua, a Filemón la sagrada obligación a la que le había sometido, al llevarle al conocimiento de Cristo: "No te digo cómo me has hecho a mí, incluso a ti mismo". Sin dejar de lado, pues, el carácter apostólico, nuestro autor suaviza el estilo imperativo de su discurso, mezclando con él todos los sentimientos y consideraciones que puedan conmover el corazón de su corresponsal. Envejecido y en prisión, se contenta con suplicar y rogar. Onésimo le era querido por su conversación y sus servicios; el hijo de su aflicción, y "ministrándole en los vínculos del Evangelio". Esto debía recomendarlo, cualquiera que hubiera sido su falta, al perdón de Filemón: "Recíbelo como a mí mismo, como a mis propias entrañas". Todo, sin embargo, debía ser voluntario. San Pablo estaba decidido a que el cumplimiento de Filemón fluyera de su propia generosidad: "Sin tu mente no haría nada, para que tu beneficio no fuera como por necesidad, sino voluntariamente"; confiando, sin embargo, en su gratitud y apego para el cumplimiento de todo lo que pedía, y para más: "Confiando en tu obediencia, te escribí, sabiendo que también harás más de lo que digo".

El discurso de San Pablo en Mileto; su discurso ante Agripa; su Epístola a los Romanos; la dirigida a los Gálatas,  Gálatas 4:11 ; a los Filipenses, Filipenses 1:29 ; Filipenses 2:2 ; el segundo a los corintios, 2 Corintios 6:1 ;y de hecho alguna parte u otra de casi todas las epístolas, exhiben ejemplos de una aplicación similar a los sentimientos y afectos de las personas a las que se dirige. Y se observa que estas efusiones patéticas, extraídas en su mayor parte de sus propios sufrimientos y situación, suelen preceder a un mandato, suavizar una reprimenda o mitigar la dureza de alguna verdad desagradable. Horae Paulinae, p. 334.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad