Verso Hechos 14:22Confirmar las almas de los discípulos... La palabra discípulo significa literalmente erudito. La Iglesia de Cristo era una escuela, en la que Cristo mismo era el maestro principal, y sus apóstoles los maestros subordinados. Todos los conversos eran discípulos o eruditos, que venían a esta escuela para ser instruidos en el conocimiento de sí mismos y de su DIOS: de su deber para con Él, para con la Iglesia, para con la sociedad y para con ellos mismos. Después de haber sido iniciados en los principios de la doctrina celestial, necesitaban línea sobre línea, y precepto sobre precepto, para poder ser confirmados y establecidos en la verdad. Aunque era una cosa grande e importante tener sus cabezas, su entendimiento, debidamente informados, sin embargo, si el corazón no estaba disciplinado, la información en el entendimiento sería de poca utilidad; por lo tanto, confirmaron las ALMAS de los discípulos. Como debía haber alguna norma particular de la verdad, a la que pudieran recurrir continuamente, para que su fe se mantuviera en el poder de Dios, era necesario que tuvieran un sistema de doctrina que supieran que provenía de Dios. Estas doctrinas eran las que contenían todos los principios esenciales del cristianismo, y esto se llamaba LA FE; y, como debían tener principios sanos, para poder tener prácticas justas, era necesario que continuaran en esa fe, para que produjera esa obediencia, sin la cual incluso la fe misma, por excelente que fuera, sería inútil y muerta.

Además, como el espíritu del mundo se opondría siempre al espíritu de Cristo, debían prepararse para esperar persecución y tribulación en diversas formas, y por lo tanto necesitaban almas confirmadas y una fe fuerte, para que, cuando llegaran las pruebas, pudieran enfrentarlas con una fortaleza adecuada, y permanecer impasibles en el día nublado y oscuro. Y como la mente debe desfallecer bajo los problemas que no ven la perspectiva de su terminación, ni la convicción de su utilidad, era necesario que tuvieran en cuenta el reino de Dios, del que eran súbditos, y al que, por su adopción en la familia celestial, tenían un derecho divino. Por lo tanto, de las enseñanzas de los apóstoles, no sólo aprendieron que debían encontrar tribulación, mucha tribulación, sino que, para su estímulo, también se les informó que éstos eran los mismos medios que Dios utilizaría para llevarlos a su propio reino; de modo que, si tenían tribulación en el camino, tenían un cielo de gloria eterna como el fin al que debían dirigir continuamente sus miras.

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