Comentario Biblico de Adam Clarke
Jeremias 8:1
CAPÍTULO VIII
Los juicios amenazados en el último capítulo se declaran aquí
que se extienden a los mismos muertos, cuyas tumbas deben ser abiertas, y
los cadáveres tratados con todas las señales de indignidad, 1-3.
De aquí vuelve el profeta a reprenderlos por su
perseverancia en la transgresión, 4-6;
y por su estupidez irreflexiva, que incluso el instinto de
de la creación animal, por un bello contraste, se les
a de reprender, 7-9.
Esto conduce a otras amenazas expresadas en una variedad de
términos sorprendentes, 10-13.
Sobre lo cual se introduce un coro de judíos, expresando su
terror ante la noticia de la invasión, 14, 15;
que se acentúa en el versículo siguiente al oír el profeta
el resoplido de los caballos de Nabucodonosor incluso desde Dan,
y luego viendo la devastación hecha por su ejército, 16,
cuyas crueldades Dios mismo declara que ninguna súplica ablandará,
17.
En esta declaración el profeta lamenta más amargamente el destino
de la hija de su pueblo, cambiando la escena de improviso a
el lugar de su cautiverio, donde se la presenta respondiendo
a las lamentaciones del profeta, 18-22.
La variedad de imágenes y figuras utilizadas para
diversificar el mismo tema. El vestido es
generalmente nuevo, siempre elegante.
NOTAS SOBRE EL CAP. VIII
Versículo Jeremias 8:1 . Sacarán los huesos. Este versículo y los dos siguientes son una continuación de la profecía precedente, y no deberían haberse separado del capítulo anterior.
Para derramar el mayor desprecio sobre la tierra, los enemigos victoriosos sacaron de sus tumbas, cuevas y sepulcros los huesos de reyes, príncipes, profetas, sacerdotes y de los principales habitantes, y los expusieron al aire libre; de modo que se convirtieron, en el orden de los juicios de Dios, en un reproche para ellos por la vana confianza que tenían en el sol, la luna y el ejército del cielo, todos los planetas y las estrellas, cuyo culto habían establecido en oposición al de Jehová. Esta costumbre de levantar los cuerpos de los muertos y esparcir sus huesos, parece haber sido general. Era la máxima expresión de odio y desprecio. Horacio se refiere a ello: -
Barbarus, heu, cineres insistet victor, et urbem
Eques sonante verberabit ungula:
Quaeque carent ventis et solibus ossa Quirini
(Nefas videre) dissipabit insolens.
Epod. xvi. 11.
"Los bárbaros cayeron desenfrenados por el éxito,
esparcirán por doquier las ruinas llameantes de la ciudad;
O a través de sus calles en triunfo vengativo,
y desdeñarán las cenizas sagradas de su gran fundador,
que durmieron intactas en la urna sagrada".
FRANCIS.
Véase este juicio en Baruc 2:24, 25.