Versículo 25. ¿Por qué, entonces, bautizas?  El bautismo era una ceremonia muy común entre los judíos, pues nunca recibían a un prosélito para que gozara plenamente de los privilegios de un judío, hasta que fuera bautizado y circuncidado. Pero tales bautismos nunca se realizaban sino por una ordenanza del Sanedrín, o en presencia de tres magistrados: además, nunca bautizaban a ningún judío o judía, ni siquiera a los hijos de sus prosélitos; pues, como todos éstos se consideraban nacidos en la alianza, no tenían necesidad del bautismo, que se utilizaba sólo como rito introductorio. Ahora bien, como Juan había alterado a este respecto la costumbre común de manera tan esencial, admitiendo en su bautismo a los judíos en general, el Sanedrín dio por sentado que ningún hombre tenía autoridad para hacer tales cambios, a menos que se le encargara especialmente desde lo alto; y que sólo el profeta, o Elías, o el propio Mesías, podían tener autoridad para actuar como lo hizo Juan. Véanse las observaciones al final de Marcos.

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