Versículo 27. En la dedicación del muro. Enviaron a los levitas de todas partes, para que esta dedicación fuera lo más solemne y majestuosa posible; y es probable que esto se hiciera tan pronto como fuera conveniente después de que los muros estuvieran terminados. La dedicación parece haber consistido en procesiones de las personas más eminentes alrededor de las murallas, y en agradecimientos a Dios, que les había permitido llevar la obra a tan feliz conclusión: y sin duda a todo esto se añadió una consagración particular de la ciudad a Dios, y la invocación más ferviente de que la tomaría bajo su cuidado tutelar, y la defendería a ella y a sus habitantes contra todos sus enemigos.

Los antiguos consagraban sus ciudades a los dioses, y las propias murallas se consideraban sagradas. Ovidio nos relata las ceremonias empleadas en la colocación de los cimientos de las murallas de la ciudad de Roma, por parte de Rómulo. Después de haber consultado juntos quién debía dar nombre a la ciudad, y tener la dirección de la muralla por la que había que rodearla, acordaron dejar que el caso se decidiera por el vuelo de los pájaros. Uno de los hermanos se dirigió a la cima del monte Palatino, el otro a la del monte Aventino. Rómulo vio doce pájaros, Remo sólo vio seis; el primero, por tanto, según el acuerdo, tomó el mando. El poeta describe así las ceremonias utilizadas en la ocasión: -

Apta dies legitur, qua moenia signet aratro;

Sacra Palis suberant; inde movetur opus.

Fossa fit ad solidum: fruges jaciuntur in ima.

Et de vicino terra petita solo.

Fossa repletur humo, plenaeque imponitur ara;

Et novus accenso finditur igne focus.

Inde, premens stivam, designat moenia sulco;

Alba jugum niveo cum bove vacca tulit.

Vox tuit haec regis; Condenti Jupiter urbem,

Et genitor Mavors, Vestaque mater ades:

Quosque pium est adhibere deos, advertite cuncti:

Auspicibus vobis hoc mihi surgat opus.

Longa sit huic aetas, dominaeque potentia terrae:

¡Sitque sub hac oriens occiduusque dies!

Ille precabatur. OVID, Fast. lib. iv., ver. 819.

"Se escoge un día apropiado en el que pueda delimitar los muros con el arado: la fiesta de Pales estaba cerca cuando se comenzó el trabajo. Se excava una zanja hasta la arcilla sólida, en la que se echan los frutos de la temporada; y se trae tierra del terreno vecino, con la que se rellena la zanja; y sobre ella se construye un altar, por cuyas llamas se raja el hogar recién hecho. Entonces Rómulo, cogiendo el arado, que arrastraba una novilla blanca unida a un toro níveo, trazó los muros con un surco. Y así habló el rey: "¡Oh Júpiter, y el padre Marte, con la matrona Vesta, prosperadme en la fundación de esta ciudad! ¡Y todos vosotros, dioses, acercaos, a quien sea justo invocar! Que bajo vuestros auspicios surja la obra; que perdure por innumerables épocas y sea la señora del mundo; y que Oriente y Occidente estén bajo su control". Así rezó".

Lo anterior es una versión literal, y el relato no es poco curioso.

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