(2) Pero quiero que sepas que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer [es] el hombre; y la (a) cabeza de Cristo [es] Dios.

(2) Él pone a Dios, en Cristo nuestro mediador, como el fin y marca no solo de la doctrina, sino también de la hermosura eclesiástica. Luego, aplicándolo a la pregunta propuesta, tocando la hermosa vestimenta tanto de hombres como de mujeres en asambleas públicas, declara que la mujer está un grado por debajo del hombre por ordenanza de Dios, y que el hombre está tan sujeto a Cristo, que el la gloria de Dios debe aparecer en él por la preeminencia del sexo.

(a) En que Cristo es nuestro mediador.

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