Que (1) un (a) hombre nos cuente así, como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

(1) Concluye el deber de los oyentes para con sus ministros: que no los estimen como señores. Sin embargo, deben escucharlos como a los enviados por Cristo. Enviado digo con este fin y propósito, que puedan recibir, por así decirlo, de sus manos el tesoro de la salvación que se extrae de los secretos de Dios.

(a) Todo hombre.

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