(7) Para vosotros, pues, los que creéis, precioso es; pero para los desobedientes, la piedra que los constructores desecharon, es la cabeza del ángulo,

(7) Al establecer la condición más bienaventurada de los creyentes y triunfos sobre el otro: y también previene una ofensa que surge aquí, que nadie resiste más esta doctrina del evangelio que los principales entre el pueblo de Dios. En el tiempo en que Pedro escribió estas cosas, eran sacerdotes, ancianos y escribas. Por eso responde, en primer lugar, que no hay razón para que nadie se asombre de su terquedad, como si se tratara de un asunto extraño, ya que se nos ha dicho tanto tiempo antes, que así sucedería; y además , que agradó a Dios crear y asegurarse para este mismo propósito, que el Hijo de Dios pudiera ser glorificado en su justa condenación.

En tercer lugar, que la gloria de Cristo se expone en gran medida, mientras que, sin embargo, Cristo sigue siendo la cabeza segura de su Iglesia, y los que son ofendidos por él, se arrojan y se derrumban a sí mismos, y no a Cristo. En cuarto lugar, aunque fueron creados para este fin y propósito, sin embargo, su caída y destrucción no debe atribuirse a Dios, sino a su propia terquedad obstinada, que se interpone entre el decreto de Dios y la ejecución del mismo, o su condenación, y es la verdadera y debida causa de su destrucción.

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